Canto Noveno: El cíclope Polifemo “cuando la inteligencia se superpone a la fuerza”

Author: Mcphisto /

Poco a poco este lector se ha interesado de manera inusitada en leer los fascinantes relatos de la Mitología Griega son tantos e innumerables, que reservar un poco de su tiempo para leer e interpretar sus mensajes creanme es un tiempo bien invertido, en este post escribo acerca de la aventura más llamativa desde mi punto de vista de la Odisea y cómo fue posible que Ulises un simple mortal, deje en ridículo a un fornido y monumental cíclope.
En resumen “La Odisea” de Homero, es un poema épico, ameno y emotivo, que motiva al lector a estar enganchado y leer hasta el canto final (el poema se subdivide en cantos) demás está decir que las aventuras de Ulises no hubieran sido posible por el designio de los dioses y en especial por el enfado de Poseidón, quien condena al inteligente Ulises a navegar errante, lejos de su hogar, Ítaca.


(Ulises, representando la magnificencia de la astucia )


La interrogante que surge es ¿Por qué Poseidón o Neptuno? se enfurece con el astuto Odiseo. La respuesta se puede leer en el canto noveno, que es el que da vida a este post.
Ulises es huésped en el reino de los feacios, gobernado por el Rey Alcino, este ofrece al ingenioso Ulises un banquete y cuando hubieron satisfecho sus ganas de beber y comer,  Ulises incita a Demódoco a cantar las correrías de los aqueos, cuando destruyeron Troya  y el famoso caballo de madera construido por Epeo con la ayuda de Atenea, máquina embustera que Ulises abandono en la acrópolis, después de llenarla con los guerreros  que arruinaron a la excelsa ciudad de Troya.
Mientras así cantaba el aedo, nuevamente comenzaron a rodar lágrimas por las mejillas de Ulises, el Rey Alcino pide a Demódoco dejar de tocar la armoniosa citara e insta a su huésped a hablar ¿En qué parajes anduvo errante y por qué el origen de sus lágrimas?
Respondió el ingenioso Ulises:
¿Quieres ahora, para calmar mis penas, que relate mis infortunios? ¿Cómo comenzaré?

Ulises comienza el relato de su aventura: Navegando él y sus compañeros errantes llegan a la isla de los Lotófagos, que se nutren con un florido manjar , bajan a la isla y Ulises envía a dos compañeros y un heraldo a averiguar que hombres habitan aquella tierra, partieron y dieron con los Lotófagos, gente pacífica, que les regalaron lotos para que comieran, tan pronto hubieron degustado el manjar, se olvidaron de su diligencia y ya no pensaron en tornar más a su patria, Ulises ordena llevarse a sus hombres que llorosos no querían abandonar aquella isla, atándolos, ordeno zarpar, parten y llegan a la isla de los soberbios y horripilantes Cíclopes.
Ulises y sus compañeros desembarcan en la isla de los Ciclopes, horripilantes gigantes, gentes sin ley que no cultivan sus tierras, ni tienen ágora (plazas de las ciudades-estado) moran en las hondas grutas, en la cima de los montes, cerca de la tierra de los cíclopes existe una isla despoblada de hombres, pero llena de cabras montaraces, ahí se dirigieron, cazaron, cenaron y durmieron en aquella isla, a la mañana siguiente Ulises decide partir con sus compañeros para enterarse de quiénes son los hombres que habitan esa tierra, querían averiguar si se trataba de gente hospitalaria o salvajes e injustos, y si aquellos hombres eran temerosos de los dioses, partió con su nave y ordenó que se soltaran las amarras, pronto llegando a la cercana tierra observa hatos de ovejas y cabras, alrededor de su altísima gruta, en la que tenía su asiento un varón de talla monumental, hizo desembarcar un odre de vino que pensaban obsequiar a aquel hombre, al llegar a su morada no encontraron al cíclope, que había salido apacentar a su rebaño, Ulises y sus camaradas irrumpen en su mansión y se quedan fascinados por lo que encontraron,  montañas de quesos y establos llenos de corderos y cabritos, mientras esperaban su llegada, encendieron fuego y comieron los deliciosos quesos, al percatarse de la llegada del cíclope, Ulises y sus compañeros presas del pánico se escabulleron de su presencia y se escondieron en un rincón, mientras el gigante hizo pasar a su rebaño que debía ordeñar  y alzando un enorme pedrusco cerro su gruta.
De pronto nos vio y habló así:
¡Forasteros! ¿Quiénes sois?
Ulises le responde con mucho miedo:
-Somos aqueos extraviados al salir de Troya, y suplicantes  nos postramos ante tus rodillas para que nos acojas con bondad y hagas los dones a tus huéspedes, respeta pues a los dioses, varón excelente nosotros somos tus suplicantes.


El cíclope en mención se llama Polifemo,  hijo del dios Poseidón y la ninfa Toosa, él haciendo gala de su soberbia le explica a Ulises que los cíclopes no temen a los dioses, porque son más fuertes que ellos y ni siquiera les perdonaría la vida por temor a Zeus, solo dependiendo de su estado de ánimo decidiría perdonarles o matarles, pero Polifemo va más allá y les pregunta donde dejaron su nave.  
Ulises perspicazmente no se deja engañar y sospechando las malas intenciones, le miente a Polifemo diciendo que su nave se estrelló contra unas rocas y se destruyó, escapando ellos a duras penas de la muerte.
Polifemo sin preguntar más, volviéndose de súbito extiende sus manos sobre dos de sus compañeros, los agarra como cachorrillos y los arroja en tierra con horrible violencia, matándolos en el acto. Luego despedazó los miembros y los devoró como un fiero león, sin perdonar siquiera los huesos.
Ulises y sus compañeros testigos del horrendo festín,  espantados oran al dios Zeus, presos de la desesperación, para obtener misericordia y no tener el mismo final que sus compañeros devorados.
Al día siguiente Polifemo asegura su mansión y sale con su rebaño.
Ante una situación tan desesperante, en la que muchos otros,  presos del miedo, no hubieran reaccionado de una manera apropiada, Ulises comienza a diseñar un plan que le permita vengar la muerte de sus desdichados compañeros, y al mismo tiempo escapar de la isla.
Dentro del establo Ulises observa  una gran rama de olivo verde, el cual corta y pule con el afilado bronce uno de sus extremos, lo endureció pasándola por el fuego, y lo oculto bajo el estiércol que cubría el piso. El plan consistía en agarrar desprevenido al ciclope, levantar la estaca y clavarle en el único ojo que poseía.
Por la tarde regresó el gigante, repitiendo la misma rutina con su ganado, luego selecciono otros dos de sus compañeros y los devoró.
Ulises se acerca a Polifemo y le ofrece beber un delicioso vino que él había hecho traer, el gigante bebió el vino y le gustó tanto que le pidió más, hasta emborracharse.



El gigante con ironía, le pregunta  por su nombre, para ofrecerle un don hospitalario que nunca olvidará.
Nuevamente la astucia de Ulises se pone de manifiesto y le contesta:
Me llamo "Nadie. Mi nombre es nadie".
-Pues a nadie me lo comeré el último después de sus compañeros.
Respondió cruelmente el gigante, al decir esto cayó de espaldas y se desvaneció, el plan urdido por Ulises da resultado, este y sus compañeros sujetan la estaca y le clavan en el único ojo del gigante. Dio este un horrendo gemido, mas él arrancó la estaca, lo arrojó furioso lejos de sí, y se puso a llamar a grandes gritos a los otros cíclopes, oyendo sus gemidos acudieron muchos y parándose junto a la gruta le preguntan:



¿Por qué gritas tan enojado, durante la noche, Polifemo?
Y respondióles
-¡oh!, amigo, nadie me mata con engaño, no por fuerza.
Los otros ciclopes determinan que Polifemo ha enloquecido y le contestan
-si nadie te hace fuerza, no es posible evitar la enfermedad que te manda Zeus,  pero ruega a tu padre Poseidón, quizá pueda hacer algo. Retirándose luego todos.
El ciclope gimiendo de dolor e ira, quita la monumental piedra y se sienta junto en la entrada estirando los brazos para atraparlos si salían. Nuevamente el inteligente Ulises resuelve que la mejor manera de escapar es sujetándose en el vientre de los carneros grandes y gordos del establo, el ciclope al palpar los lomos de sus animales, no advertía que los forasteros iban atados a los pechos de los carneros.
Estando ya a una considerable distancia, imposible de ser atrapados, Ulises se mofa del ciclope.
-¡Ciclope, no debías emplear tu gran fuerza para comerte en tu gruta a los amigos de un varón indefenso!
Y Ulises quizá satisfecho por su venganza,  nuevamente se mofa de Polifemo haciéndole saber su verdadero nombre.
-¡Cíclope! Si algunos de los mortales te preguntan la causa de tu vergonzosa ceguera dile que quien te privó del ojo fue Ulises, hijo de Laertes, que tiene su casa en Itaca.
Polifemo lleno de furia toma un peñasco y lo arroja detrás de la embarcación llevándolos nuevamente a tierra firme, mientras ora a su padre Poseidón. 



(La oración de Polifemo clamando venganza de su padre Poseidón, por la humillacion que recibió de Ulises)


Los aqueos permanecieron en la orilla satisfechos de escapar de la muerte y tranquilos de que Polifemo ciego ya no los podría atrapar, al día siguiente zarparon a su nueva aventura.
La inteligencia siempre se superpone a la fuerza bruta e irracional, pero lo interesante es que si nos remitimos a otro acontecimiento, nos damos con la sorpresa de que, con diferentes actores otra muestra de astucia es suficiente para derribar a otro gigante y esta historia no es otra que la de David y Goliat, Goliat un gigante que atemoriza a las tropas de Israel, orondo él desafía al ejército contrario, para que un guerrero se presente y luche cuerpo a cuerpo con él, ningún soldado se atrevía a desafiarlo, siendo un joven pastor llamado David, que haciendo uso de su astucia, e incapaz de combatir cuerpo a cuerpo con el gigante, utiliza una simple honda y derriba a Goliat. 

Se Concluye en este post que la inteligencia siempre se superpone a la fuerza, y por una extraña coincidencia los gigantes son los chivos expiatorios, que provistos de una  inteligencia menor hacen el ridículo, ante oponentes visiblemente inferiores físicamente, la fuerza no lo es todo, ante todo.

1 comentarios:

Angela dijo...

Hola soy Patricia no recordaba que el cíclope era hijo de Poseidón, y no sabía que por eso es que padece Ulises

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