Divina Comedia: Infierno canto XXI, XXII, El relato cómico dentro de la Comedia

Author: Mcphisto /


Es el episodio más gracioso del infierno, si es que es posible señalar que exista la gracia dentro de la desgracia.
Dante nos narra en el canto XXI y XXII su encuentro con un grupo de demonios “burlones” que armados con garfios custodian los alrededores del lago de pez hirviente para que ningún condenado intente salir de ella, a este grupo se les conoce con el nombre de “Los Malebranche”.
En estos dos cantos el poeta florentino, nos brinda a sus lectores, un pequeño entremés, tras la opresora secuencia de llantos y lamentaciones que hasta ahora hemos presenciado.
Dante y Virgilio llegan a la sima de los prevaricadores, ambos  se detienen ante un gran lago de pez (brea) hirviente.
“Yo la veía, pero no encontraba en ella más, que las burbujas que producía el hervor”
Sorprendido por la situación, Virgilio le advierte de que algo se aproxima a sus espaldas y le dice:
-¡Ten cuidado, ten cuidado!-

Un negro diablo que cargando sobre los hombros, como si fuera un saco a un nuevo condenado, lo arroja a la pez y avisa a “Los Malebranche” de que “hay un nuevo encargo” y se vuelve otra vez a aquella tierra que tan bien, está provista de pecadores.
El nuevo condenado es sumergido en la hirviente pez e inmediatamente sale abrasado de ella, pero los diablos que están resguardando el lago le gritan:
“Aquí no está la imagen del redentor, aquí se nada de distinto modo, si no quieres probar nuestros arañazos, no salgas de la pez”
Después le pincharon con más de cien arpones, diciéndole:
-Es forzoso que bailes aquí a cubierto, de modo que, si puedes faltes a escondidas-
En efecto los demonios advierten al pecador, las reglas del juego o se sumerge en la pez o se expone a que le claven sus peligrosos y dolorosos garfios.
Virgilio conocedor de la situación ordena a Dante que se oculte detrás de una roca, y le dice que no tema, si las almas vendibles amagan con atacarlo u ofenderlo, porque él ya sabe cómo  tratarlos, cruza  el puente y cuando llega a la orilla, los diablos al verlo, intentan agredirlo con sus garfios a lo que el poeta romano les grita:
“Qué ninguno de vosotros se atreva”

Virgilio reta a los diablos, sabedor que la voluntad divina está de parte de Dante y él por ser su guía también se siente protegido, Virgilio solicita que el jefe del grupo se acerque para dialogar.
Los demás diablos dicen:
-¡Ve, Malacoda!
Malacoda le dice a Virgilio
¿Qué podrá salvar de nuestras garras?
Virgilio le contesta:
¿Crees tú, Malacoda, que a no ser por voluntad divina y por tener el destino propicio me hubieras visto aquí sano y salvo?
Ante un argumento tan contundente y fulminante, Malacoda queda abatido, así como lo lee ¡Un demonio queda abatido! y ordena a los demás diablos  que se abstengan de cualquier acto de agresión a los peregrinos.

Virgilio llama a Dante y él se acerca tanto como puede al lado de su guía, pero los otros diablos no tienen intención de cumplir órdenes.
“… ¿Quieres que le enganche – se decían unos a otros – por la rabadilla?”
Y se respondían “Sí, ensártalo”
Pero por fortuna para Dante y su “rabadilla” Malacoda los detiene y toma a los huéspedes bajo su protección, indica a los poetas que ruta deben seguir y envía a varios diablos para que los acompañen y de paso vigilen que ningún condenado salga de la pez.
Adelante, Alichino y Calcabrina,
comenzó a decir, y tú Caganzzo, 
y que Barbariccia guíe la decena.

Libicocco venga luego y Draghignazzo,
Cirriatto, colmilludo y Graffiacane,
y Farfarello, y el loco Rubicante.
Virgilio ingenuamente acepta la compañía de la escolta del mal ante la protesta de Dante quien le dice que no es necesario ir acompañados si él ya conoce el camino, pero el poeta romano le dice que no hay nada de que temer.

En el canto XXII los poetas avanzan acompañados con los diez demonios ¡qué terrible compañía! “pero ya se sabe: en la iglesia con los santos, en la taberna con los borrachos” que por cierto no tienen ninguna intención de conducirlos a la próxima fosa, dan vueltas alrededor del lago de pez y los diablos empiezan de nuevo la caza de condenados, que de vez en cuando salen fuera de allí como si fuesen ranas, a fin de experimentar cierto alivio a su eterno sufrimiento.
“Vi, y aun se me encoge el corazón, a uno que estaba esperando, igual que suele ocurrir cuando una rana aguarda mientras la otra salta; y Graffiacane, que estaba más próximo le engancho por la pegajosa cabellera y lo levantó de tal modo que me pareció una nutria”

Los demonios se regocijan de su captura, como cuando un pescador pesca un pez de buen tamaño, así de satisfechos y aullantes estaban los diablos e inmediatamente torturan al desdichado, arrancándole un trozo de brazo con un arpón, otro le clava el suyo en el pecho.
“Entre malos gatos había caído aquel ratón” con esas sencillas frases, Dante describe magistralmente el sufrimiento aún peor que le espera al prevaricador, “Los Malebranche” se aprestan a despedazar al miserable, pero el pecador sabe con quién tiene que entendérselas. Hace una proposición.
“Si me dejan libre,- dice a los demonios que ingenuamente le escuchan-, por uno que soy, haré venir siete”
Un pecador tratando de engañar a los maestros del engaño, difícil creerlo ¿Cómo puede ser posible que salgan del hirviente lago más pecadores? es muy sencillo también los condenados en esta “comedia” infernal, tienen sus pequeños secretos, cuando un prevaricador sale de la pez y observa que los demonios están lejos, silba  para que sus compañeros salgan también y puedan librarse de su terrible tortura por unos instantes, un detalle cómico por cierto.
Caganazzo se da cuenta de la treta al instante cuando dice:
-¡Oigan al medio malicioso de que se ha valido para volver a sumergirse!-
Hasta un diablo se indigna por la deslealtad y por la “malicia” de un condenado, el pecador se da cuenta del peligro y les dice:
“… Soy muy malicioso cuando expongo a los míos a sufrir mayores penalidades”
El pecador dice las palabras exactas, es decir sin ningún remordimiento acepta, que no le interesa el sufrimiento de los otros si a cambio de ello, él puede librarse de los hirientes garfios, y los diablos maestros en “malicias”, caen en la trampa de aquel “malicioso”, le dejan ir y él inmediatamente se sumerge en la pez.
“-Los demonios quedaron tristes ante aquella treta, pero mucho más el que tuvo la culpa de dejarlo ir-”
Es el momento de reír la jugarreta esta consumada, el pecador ha ganado (en el infierno no se gana, sólo se sufre) pero se ha librado de ser mutilado, los diablos están tristes, muy tristes quedaron, por primera vez los diablos han quedado en ridículo y no aceptan tamaña humillación,  dos diablos con fulminante velocidad, tratan de atraparlo no corriendo, sino volando con sus alas de murciélago, pero sobreviene un accidente aéreo, ambos demonios chocan en el aire y caen en la hirviente pez.



Para terminar aun peor con su humillación, ambos permanecen asándose, porque tienen las alas impregnadas de pez, no logran salir del lago, mientras los otros intentan sacarlos con sus garfios, los poetas aprovechan los acontecimientos para marcharse.

 Con este cómico final, Dante culmina su relato, los diablos han sido burlados, y dos de ellos terminan experimentado el terrible dolor de estar asándose en el lago, con malicia también es posible burlarse de las almas malditas, nuestros viajeros continúan su trayecto, cada vez más cerca del emperador del mal, que será motivo de otro post.